sábado, 13 de noviembre de 2010

Thriller de cartón piedra

Robert De Niro, Edward Norton y Milla Jovovich son el trío de ases que engalana a Stone, una película sobre la espiritualidad y la redención que se entremezclan en un relato de corrupción carcelaría. Un film cuyo único punto fuerte es el de ver a estos tres conocidos actores trabajando al mismo tiempo, ya que en el resto de aspectos hace aguas por todos lados.

El neoyorquino John Curran, conocido por El velo pintado, es el encargado de dirigir este drama religioso fruto de una obra teatral del guionista Angus MacLachlan. Para su puesta a punto, decidió volver a reunir a De Niro y Norton en una misma película nueve años después de haber rodado, junto con legendario Marlon Brando, la aceptable The Score. El toque femenino lo proporciona la belleza ucraniana Milla Jovovich, quien se sumerje en un papel alejado de los que habitualmente realiza.

Tras un interesante prólogo inicial, vemos como Robert De Niro interpreta a Jack Mabry, un oficial de prisiones a punto de jubilarse y encargado de la revisión de los casos que están a punto de pasar la vista de la libertad condicional. Del informe que realice dependerá que Stone, un desequilibrado pirómano, salga de la cárcel. Para conseguir el indulto, el reo trata de convencer a Mabry de que está rehabilitado, al mismo tiempo que le pide a su licenciosa mujer que trate de persuadir al funcionario por todos los medios posibles.

A pesar de ser el proprio MacLachlan quien adapta la obra al formato cinematográfico, la historia no consigue despegar en ningún momento. El film está plagado de continuos panegíricos y evocaciones religiosas con las que se trata de hacer reflexionar al espectador, pero que lo único que logran es exasperarlo y confundirlo con su debate filosofal. Y es que a pesar de indagar en una temática profunda, la película no llega a trasmitir ninguno de los valores que quiere difundir, para finalizar adaptando una estética más propia de un producto televisivo para la sobremesa del domingo. Aunque eso sí, con un reparto de lujo.

Siguiendo con el hilo narrativo, se podría decir que el argumento aparenta estar bastante desaprovechado en general, pero sobre todo en algunos puntos concretos de la cinta. El más llamativo podría ser el del pequeño lapsus de seducción al que somete Jovovich a De Niro y que deja la sensación de ser resuelto con demasiada rapidez. Un elemento que se podría haberse estirado un poco más aprovechando el tirón del personaje que interpreta la famosa “cazadora de zombis”, y que, sin duda, es el más atractivo de la película.

Por estas razones, Stone se ve reducida a un continuo duelo interpretativo entre la terna de actores que protagonizan el film. Los tres realizan unas interpretaciones bastante elocuentes pero sin grandes alardes. Y a pesar de ello, hay que reconocer que son la única razón por la que el espectador es capaz de mantenerse sentado en la butaca. Por su lado, Currin, con una dirección un tanto apática y cargada de primeros planos, parece no saber controlar ni el devenir de la cinta, ni el potencial de sus actores, desperdiciando las inmensas posibilidades que tenía entre manos.

Stone se había vendido como un thriller carcelario con dosis de espiritualidad, pero no estaría de más cambiar esa fe religiosa por una fe de erratas para advertir al público de que, verdaderamente, se trata de un drama existencial con algunas escenas de sexo. Eso es a lo que finalmente se reduce, aunque se intente maquillar con una buena dosis de filosofía y superchería barata. Así pues, todo esto la convierte en un largometraje un tanto pretencioso que tal vez llegue a satisfacer a los espectadores más pacientes e interesados en la condición humana.

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